lUna vez Jesús pasó por un lugar llamado Betesda, y allí había una especie de “piscina. Allí se encontraban muchos enfermos acostados en el suelo: ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos había un hombre que desde hacía treinta y ocho años estaba enfermo.
Cuando Jesús lo vio allí acostado, y se enteró de cuánto tenía de estar enfermo, le preguntó:–¿Quieres que Dios te sane?El enfermo contestó: Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando el agua se remueve. Cada vez que trato de meterme, alguien lo hace primero”. (Juan 5.1-7 )
Yo creo que este hombre pensaba que ya estaba condenado, que nunca iba a lograr llegar a la piscina. Este hombre pensaba que su destino ya estaba determinado, pero entonces “Jesús le dijo: Levántate, alza tu camilla y camina.En ese momento el hombre quedó sano, alzó su camilla y comenzó a caminar”. (Juan 5.18-9 )
Lo que este hombre no sabía era que Jesús pasaba por allí. Él pensaba que para ser sano tenía que llegar a la piscina, lo que no sabía era que Jesús se iba a parar delante de él y decirle: “Tú eres el que sigue para ser sano”.Y el día de hoy te digo: tú eres el que sigue! Jesús está aquí ahora y él te pregunta qué es lo que quieres. Respóndele. Dile lo que necesitas, porque él está aquí mientras lees esto.
No mires lo que estás viviendo, enfócate en Jesús, Él está frente a ti preguntándote qué deseas que él haga por ti.No hay imposibles para Dios, y al que cree, todo le es posible. Si piensas que no estás capacitado para la obra que tienes en tu corazón, no te preocupes, pues Dios no llama a los que ya saben, el capacita a los llamados.
Y tú has sido llamado a ser luz y mostrar el amor de Jesús en la tierra. No te preocupes de cómo Dios va a cumplir tus sueños, ése es Su problema, a ti te toca amarle, serle fiel y obedecerle. Él se ocupará de lo demás.Así que, pon tus preocupaciones en las manos de Dios, pues él tiene cuidado de ti. (1 Pedro 5.7)
miércoles, 25 de junio de 2008
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